lunes, 21 de marzo de 2011

El terremoto del 98 marcó a Bahía

***SNN

ecuador@elcomercio.com | Manta.- Un recuerdo del sismo. El edificio Cabo Coral, cuyas paredes fueron tumbadas meses después del terremoto de 1998, sigue en pie como testimonio vivo del fenómeno natural. Foto: Patricio Ramos / EL COMERCIO


MANABÍ | La tarde y noche del 11 de marzo pasado, Sebastián Cedeño, vecino del barrio María Auxiliadora, en la zona más alta de Bahía de Caráquez, recordó la vivencia y las secuelas del terremoto que asoló a la ciudad costera, en agosto de 1998.


Cedeño habita en una casa que parece colgar de la loma, donde el suelo arcilloso es muy frágil en invierno. Al parecer, por ahí no han pasado ni la maquinaria municipal ni la del Gobierno: no hay mejoras, a pesar de que en 1998 en este monte pardo fallecieron 19 personas por un gran deslizamiento. La casa de paredes de bloque y techo de zinc es muy fresca y está rodeada de árboles de mimbre.


La alerta por el terremoto de Japón y posterior tsunami, del 11 de este mes, activada en países del Pacífico, revivió entre los moradores de Bahía las imágenes del sismo de 7,4 grados, en la escala de Richter, que ocurrió el 4 de agosto de aquel año.


Cedeño, alto y trigueño, dice que el 11 de marzo la gente salió apresurado de sus casas después del mediodía. Subían a pie por la avenida Sixto Durán Ballén hacia la zona del mirador, a 100 metros de altura sobre el nivel del mar. Desde allí se aprecia una magnífica vista panorámica de la urbe, el mar y el estuario del río Chone. Todos querían ponerse a buen recaudo.


Cerca de 1.200 personas se quedaron hasta la 01:30 del 12 de marzo. “A las 23:30 de ese día sentimos el ingreso de las olas; fueron al menos cinco golpes fuertes de agua, la marea se había retirado a las 22:00, eso ayudó, pues la ola del tsunami ingresó con poca fuerza; sin embargo, varios peces y crustáceos del estuario aparecieron muertos, fueron arrastrados por las corrientes”, dijo José Álava, un pescador artesanal que vive en el asentamiento Mangle 2000, en la margen derecha del estuario.


La gente aprovechaba el tiempo para recordar los sustos del terremoto de 1998, mientras esperaban el arribo de la ola. “Dormíamos en las calles, estábamos amontonados a cielo abierto”, recuerda Vicente Muñoz, un veterano empleado del hospital. “Los parques y varios solares vacíos fueron ocupados para dormir y pasar el día. Algunos terrenos estaban llenos de lodo, pues las lluvias provocadas por el fenómeno El Niño de 1998 también nos golpearon, parecía una ciudad bombardeada”.


“En las calles y avenidas –añade Muñoz- los restos de materiales de construcción amontonados junto a las viviendas se observaban por todas partes. Eran las paredes y pisos de viviendas que se desplomaron a causa del sismo”.


Genaro Ganchoso, comerciante de Chone, por esas fechas llegaba a vender ropa. “El 4 de agosto de 1998 fue un día raro, no quería ir a Bahía. Llovía, el cielo estaba nublado. A las 12:30 fue el primer sacudón, nadie se imaginó que 90 minutos después la tierra se mecería hasta causar un terremoto, fue horrible”.


Ganchoso explica que durmió por cinco días a la intemperie en un terreno en la parroquia Leonidas Plaza, al sureste de Bahía.


“Cuando la naturaleza se enfurece nos pone a temblar, las personas que vivimos el horror del terremoto de hace 12 años y siete meses aún sentimos miedo”, refiere Leonardo Viteri, actual asambleísta, ex alcalde del cantón Sucre y ex director del hospital Miguel Alcívar de Bahía, cuando ocurrió el sismo. “El hospital, de cuatro pisos, quedó maltrecho. Médicos, enfermeras, obreros y empleados, junto con los familiares de los pacientes que estaban internos, ayudamos a evacuarlos hacia la zona de los parqueaderos, allí estuvimos tres meses”. Hoy, el Miguel Alcívar luce remozado y está plenamente operativo.


Mientras en la casa de salud había pánico por las réplicas, al norte de Bahía, desde el malecón hasta La Ciudadela, las escenas de psicosis eran generalizadas. “Parecía el fin del mundo”, recuerda Ricardo Ordóñez, jefe del Cuerpo de Bomberos.


De los 40 edificios de apartamentos, dos colapsaron, otro fue demolido y el Cabo Coral, cuyas paredes fueron tumbadas meses después del sismo, sigue en pie.


Ordóñez, desde su oficina sobre el malecón, señala con su mano derecha hacia el estuario. “Allí en el brazo de mar el agua también se mecía, parecía que se desbordaría”.


El testimonio de Viteri continúa. “Nos cayeron las desgracias en combo. El fenómeno El Niño 1997-1998. La mancha blanca diezmó la producción de más de 150 000 hectáreas de camarón, de esa actividad dependía el 70% de los 120.000 habitantes del perfil costanero del norte de Manabí. El paludismo y la malaria también llegaron a Manabí y para rematar el terremoto”.


Con la ayuda de empresarios y del Gobierno, los siguientes días se ensambló un hospital ambulatorio donde hoy funciona la extensión de la Universidad Eloy Alfaro de Manta. El personal médico estuvo en ese hospital de campaña dos años, mientras el Cuerpo de Ingenieros del Ejército (CIE), con una inversión de USD 300 000, rehabilitaba la casa de salud, que volvió a operar en diciembre del 2001.


Mientras desde el Cabildo se trataba de recuperar a la ciudad, los propietarios de edificios, en su mayoría quiteños, hacían lo suyo. El constructor Octavio Mora recuperó la torre Salango de 9 pisos. Se hizo el recubrimiento de la estructura, con hormigón y nuevo hierro desde las bases. “En otras construcciones también se realizaron mejoras”.

El puente ha dinamizado la economía

cifra: 2000 metros. mide el puente sobre el estuario del río Chone, construido a prueba de sismos.


En la actualidad, las normas para construcción de nuevas edificaciones son diferentes a las de hace 13 años, dice Carlos Mendoza, alcalde de Sucre, cuya cabecera cantonal es Bahía.


Una nueva torre de apartamentos se construyó desde entonces, otra está en ejecución, hay cuatro proyectos en trámite. La Cámara de Construcción y el Cuerpo de Bomberos están pendientes de que se apliquen las normas de mayor responsabilidad a la hora de construir edificios de hasta nueve pisos.


La ciudad ha sido reconstruida, los enlaces viales por el perfil costanero, en el que sobresale el puente Los Caras, se hallan en buen estado. Conectan con Pedernales, Tosagua, Chone, Esmeraldas, Santo Domingo de los Tsáchilas por el norte; Portoviejo y Rocafuerte en el centro, Manta, Puerto López y Jipijapa por el sur de la provincia.


La ciudad se ha recuperado. El empresario camaronero Eduardo Rodríguez asegura que Bahía, después de la inauguración en el 2010 del puente sobre el estuario del río Chone, será otra. Hay un futuro por delante- dice-. “Los feriados son el ejemplo de que la economía de la zona empieza a revivir. Los cuatro días de Carnaval por el puente cruzaron, según la Policía, 41 000 vehículos. Según Rodríguez, esa movilidad de gente por el puente dinamiza la economía de Bahía.

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